SORPRENDENTE

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UNA PROVINCIA TAN MARAVILLOSA QUE ENAMORA

El embrujo de la tierra formoseña sobrevuela en decenas de rincones de la provincia, pero es inevitable en el bañado La Estrella, un gigantesco humedal de casi 500.000 hectáreas que colma la capacidad de asombro de los amantes de la naturaleza. Un paisaje único, refugio de centenares de especies de la fauna autóctona.


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Parado sobre el largo puente, cuesta creer lo que uno está viendo. Porque el paisaje es surrealista, de fábula. Esos miles de árboles secos que dejan ver sus copas peladas sobre la superficie del interminable espejo de agua son una muestra cabal de la paradoja existencial terrena: están muertos, pero son el centro de un ambiente lleno de vida, único y fascinante, que no da respiro a la capacidad de asombro de cualquier mortal.
Es el gigantesco bañado La Estrella, que tiene una extensión de 300 kilómetros y un ancho que varía entre 10 y 20. Una superficie total de casi 500.000 hectáreas, que lo convierten en el tercer humedal más grande de América Latina, después del Pantanal brasileño y los esteros del Iberá, en la provincia de Corrientes. Pero lo particular de este ecosistema es que es nuevo, se empezó a formar hace apenas 70 años y no por la acción humana, sino por causas completamente naturales. ¿Cómo? Porque a mediados de la década de 1940, el río Pilcomayo, de caudal completamente variable y márgenes pocos estables, comenzó a desaguar con intensidad hacia el centro del territorio formoseño, lo que inundó una amplia porción de monte duro, formado por especies como algarrobo, quebracho blanco y colorado, guayacán, mistol y palo santo. Las sucesivas lluvias estivales fueron reforzando el bañado año tras año, y lo que inicialmente era algo estacional se fue haciendo fijo, con un núcleo permanente y sectores que se inundan o secan de acuerdo a las precipitaciones en la cuenca del Pilcomayo..

El bañado La Estrella tiene una extensión de 300 kilómetros y un ancho que varía entre 10 y 20. Una superficie total de casi 500.000 hectáreas, que lo convierten en el tercer humedal más grande de América Latina.

El bañado fue declarado Parque Provincial, ya que su riqueza de flora y fauna es impresionante. Muchos de esos árboles secos están cubiertos por enredaderas, que forman enormes entramados verdes conocidos como champales. Además, el agua en amplios sectores está tapizada de plantas, como el irupé, el camalote y el repollito de agua, que llegan a ser tan densos que parecen formar islas alrededor de los troncos. Los champales sirven como nido para decenas de especies de aves, como el imponente jabirú, una gran cigüeña de pico negro y cuello negro y rojo, símbolo de La Estrella.

El tuyuyú, la cigüeña común, las garzas blanca y mora, el águila negra, el chajá, el hocó colorado, el aninga y el biguá son otras aves fáciles de avistar. Además, en los bordes y en las pequeñas islas de tierras más altas suelen pararse a tomar sol decenas de yacarés negros y overos, y entre los mamíferos sobresalen el carpincho, el lobito de río y el aguará popé; en los montes y pastizales que rodean al bañado habitan el ñandú, el tatú carreta, el puma y el aguará guazú, y en toda la región, como un fantasma, sobrevuela la silenciosa presencia del yaguareté, que encuentra aquí uno de sus últimos refugios seguros dentro del Gran Chaco.

Para disfrutar del gran bañado, lo mejor es recorrerlo desde Las Lomitas, ya que la ruta provincial 28 (completamente asfaltada) lo atraviesa de Sur a Norte. A mitad de camino, entre 2011 y 2012 fue construido un puente-viaducto de 900 metros de longitud, con pasarelas peatonales de ambos lados, que permiten ver con tranquilidad el espectáculo de la naturaleza.

La Estrella cautiva en cualquier momento, pero en cada atardecer llega a quitar el aliento, cuando el sol le da una intensidad rabiosa a los champales, mientras cientos de aves regresan a sus nidos. En los últimos minutos la caída se acelera y el sol comienza a besar el horizonte, dejando recortados sobre su figura decenas de palmeras caranday y miles de ramas secas; todo el ambiente se tiñe de un tono naranja-amarillento, coronado por algunas nubes que suelen matizar el diáfano cielo.

La Estrella cautiva en cualquier momento, pero en cada atardecer llega a quitar el aliento, cuando el sol le da una intensidad rabiosa a los champales, mientras cientos de aves regresan a sus nidos.

El gran bañado es el lugar más sorprendente de Formosa, pero no el único. El Parque Nacional Río Pilcomayo es otro notable refugio verde, con la laguna Blanca como centro de la escena y las actividades para sus visitantes, y la costanera de la ciudad de Formosa une la mano del hombre al bucólico paisaje del río Paraguay, en la zona que en el siglo XVI una expedición española bautizó con un nombre tan simple como elocuente: Vuelta Fermosa.