JOVEN

JOVEN

¡Una provincia llena de frescura!

Con apenas 60 años de vida institucional, Formosa es una de las provincias más jóvenes del país. Además, tiene un alto porcentaje de población de menos de 30 años, chicos y chicas que empujan el progreso de su tierra. Una conjunción que llama a la esperanza.

Atardecer en la costanera de la capital provincial. El sol pinta de anaranjado las aguas del ancho río Paraguay y el verde de sus orillas parece a punto de explotar. Un hombre que viene caminando por la avenida 25 de Mayo estira las piernas, se acomoda la gorra deportiva, mira su reloj y empieza a trotar por el ancho paseo, construido y ampliado en los últimos años. Se mueve a un ritmo suave y los pocos pelos que resisten sobre su cabeza entremezclan el blanco y el gris, pero se lo ve joven, enérgico, con ganas de superarse. Tiene 65 años, cuatro hijos y seis nietos, a los que vio nacer y crecer. Igual que a su provincia.

Esta tierra, llena de sueños, oportunidades y futuro, acaba de cumplir sus primeros 62 años de vida institucional. Desde el 28 de junio de 1955, siempre que las circunstancias del país lo permitieron, los formoseños transitaron un camino regido por su propia voluntad y guiado por gente surgida de sus mismas entrañas

Porque esta tierra, llena de sueños, oportunidades y futuro, acaba de cumplir sus primeros 62 años de vida. Seis décadas de existencia institucional, desde que el 28 de junio de 1955 el gobierno nacional encabezado por el general Juan Domingo Perón elevó lo que hasta entonces era el territorio nacional de Formosa a la categoría de provincia. A partir de aquel momento, y siempre que las circunstancias del país lo permitieron, los formoseños transitaron un camino regido por su propia voluntad y guiado por gente surgida de sus mismas entrañas.

Formosa es una provincia joven dentro de un país joven. Históricamente, esa condición se sustenta no sólo en su corta vida autónoma, sino también en el hecho de que su capital recién fue fundada en 1879 y en el resto de su territorio no hubo poblados hasta 30, 40 o 50 años más tarde. Por supuesto que los pueblos originarios llevaban milenios aquí, pero hasta esa época esta tierra no conoció la mano criolla. Diferentes intentos colonizadores habían fracasado por la hostilidad del terreno y la férrea resistencia de los grupos aborígenes, y en 1763 misioneros jesuitas fundaron la reducción de San Carlos del Timbó en la actual zona de Herradura (sobre el río Paraguay), pero fue abandonada unos pocos años más tarde, cuando los hombres de la Compañía de Jesús fueron expulsados de todos los dominios de la corona española. En buena parte de Sudamérica fueron reemplazados por sacerdotes y frailes franciscanos, pero aquí recién se instalaron casi 150 años más tarde, a pedido de las autoridades locales. Fue exactamente en 1901, cuando se crearon las misiones de San Francisco de Laishí y Tacaaglé, que funcionaron hasta la década de 1950.

Hoy la población formoseña es una pirámide que sigue creciendo, con una base que empuja y se expande. Para ella, en los últimos años se han construido más de mil escuelas y se ha ampliado la oferta de la Universidad Nacional de Formosa.

Allí se educan los niños, niñas, adolescentes y jóvenes que a diario copan la costanera de la capital para correr, hacer skate o simplemente tomar unos mates sin apuro. Muestran una fuerza y una alegría que surge del corazón de una tierra apasionada, y se manifiesta en los renovales de las plantas nativas que crecen en el monte y en los viveros de las instituciones que trabajan para reforestarlo. Unas ganas de volar que se corporizan en cada nido del enorme jabirú o de la diminuta monjita. La juventud de la provincia y su gente exhibe un panorama abierto, con muchas posibilidades y un futuro auspicioso.